Una Navidad ofensiva con CS Lewis
Dificultades de ser cristiano en Navidad (y el resto del año)
En esta entrega:
La Navidad es ofensiva porque confronta una verdad que desafía tanto a las mentes racionalistas como a los sistemas sociales y políticos.
C.S. Lewis diferencia entre la ‘Nada-dad’, una festividad vacía y comercial, y la Natividad, una celebración esperanzadora.
El mensaje central de la Navidad es que Dios se hizo hombre, se humilló por amor y ofrece consuelo a un mundo en el que hay dolor y sufrimiento.
El consumismo impone rituales vacíos que nos dejan exhaustos y endeudados, distrayéndonos de la verdad.
Sin un marco moral absoluto, las sociedades se fragmentan, adoptando ideologías convenientes que perpetúan la opresión y la desigualdad.
El paganismo reconoce su enfermedad espiritual; el verdadero reto está en los post-cristianos, enfermos que han decidido ignorar su condición.
Cristo transforma el temor reverente en esperanza, ofreciendo una verdad que libera y una moralidad objetiva que guía.
Motivos de esta serie de ensayos ofensivos
Conforme se desarrolla este boletín, he llegado a aceptar que tiene un propósito claro: servir como herramienta para comunicar la verdad.
Estos días ameritan que examinemos la temporada “navideña” en la que por razones culturales y sociales quedamos expuestos y muchas veces somos arrastrados.
Así que con este compromiso, he decidido dirigir mi atención a este tema, resultando una gran cantidad de ideas, lo que me ha llevado a dividir las reflexiones en esta serie de ensayos que he titulado “las dificultades de ser cristiano en Navidad”
Esta serie pretende ser útil para quienes buscan herramientas para enfrentar con sabiduría los dilemas cotidianos que plantea la temporada.
Puede que algunas ideas que exponga aquí le parezcan novedosas. No es mi intención presentar algo original, sino mantener un compromiso sincero con la verdad al exponerla.
Tampoco pretendo fundar nuevas doctrinas ni plantear problemas filosóficos distintos a los que todos enfrentamos durante estas fechas.
Soren Kierkegaard, el filósofo cristiano, afirmó que la verdad a menudo resulta ofensiva, y no todos están dispuestos a enfrentarla.
Con esto en mente, entiendo que tanto el mensaje como quien lo transmite podrían ser rechazados.
Para mí, es suficiente con mantenerme fiel como testigo de la verdad y presentarla con integridad, aunque esto no me garantice aplausos. Así que no escribo estas reflexiones para agradar a otros o ganar aceptación.
Exponer estas ideas parte de una convicción profunda en última instancia. La vida humana está llena de dolor, sufrimiento y dificultades. En este contexto, la verdad actúa como un bálsamo que al aplicarlo puede doler al principio, como cuando una herida entra en contacto con el remedio, pero también tiene el potencial de aliviar y sanar.
Suficiente de introducciones. A la ofensa.
La Navidad es ofensiva porque confronta una verdad que desafía tanto a las mentes racionalistas como a los sistemas sociales y políticos que construimos para sostener nuestras vidas.
El mensaje central de la Navidad es: Dios se hizo un hombre como nosotros, convirtiéndose en nuestro hermano.
Un humano común, quien, con profundo amor, se humilló hasta lo más bajo para perdonar nuestros pecados y aliviar nuestras aflicciones.
Su motivo para hacerlo es un amor incondicional y una compasión infinita, mediante la cual nos invita a todos, sin distinción, a encontrar descanso y consuelo en una relación íntima con Él. Más aún, nos llama a involucrarnos para compartir este mensaje a un mundo que sufre.
Para una persona que percibe todo desde una perspectiva naturalista, aceptar esto representa un desafío directo a las creencias falsas que a menudo albergamos sobre nuestra existencia y sobre Dios.
Al mismo tiempo, este mensaje ofende los sistemas sociales y políticos que tanto nos esforzamos por crear, ajustar o hacer funcionales.
Reconozco que, al plantear esta verdad, corro el riesgo de ofender su inteligencia. Pero, creo que vale la pena hacerlo, ya que el mensaje es digno de ser conocido, ya que tiene una consecuencia que trasciende cualquier malentendido inicial.
La "Nada-dad" frente a la Navidad
En 1954, C.S. Lewis escribió un ensayo célebre conocido como "Xmas y Christmas: un capítulo perdido de Heródoto".
Para hablar de esto, propongo que al regionalizarlo al español, comparemos las celebraciones de la "Nada-dad" (Xmas) con las de la "Natividad" (Crissmass).
Para Lewis, se trataba de dos festivales distintos, celebrados el mismo día, que reflejan posturas radicalmente diferentes hacia el significado de las festividades en estas fechas.
Lewis argumenta que la "Nada-dad" sería una distorsión superficial de la verdadera celebración navideña, impuesta por intereses comerciales, centrada en el consumismo para aparentar una alegría que carece de autenticidad.
En este contexto, la "Nada-dad" se convierte en un conjunto de rituales que imponen tediosas obligaciones, que no conducen a una felicidad genuina ni a una reflexión significativa.
El ensayo es bastante creativo porque lo plantea a manera de un historiador griego de la antigüedad. Lewis plantea que el festival de la “Nada-dad” se enfoca en celebrar un acto pagano: “un dios ha nacido”, sin embargo, la falta de certeza sobre si es un mito o una realidad deja un vació para todos, ya que, si se trata de un mito, entonces la celebración carece de esperanza alguna.
Para Lewis la "Nada-dad" sería una festividad que se extiende por cincuenta días, marcada por obligaciones sin sentido.
Durante este tiempo, cada ciudadano está obligado a enviar tarjetas con imágenes de pájaros, ramas, árboles, trajes tradicionales y duendes.
Este acto, al realizarse masivamente, activa la economía y genera trabajo, pero pierde de vista el propósito de la celebración.
Otro aspecto de la "Nada-dad" es el intercambio de regalos. Las personas intentan adivinar el valor de los regalos que recibirán para enviar algo de valor similar, incluso si esto significa endeudarse.
En los mercados, los más ancianos y pobres adoptan disfraces con barbas falsas, personificando al dios griego del tiempo Cronos, mientras intentan participar en la festividad.
El día principal de la "Nada-dad" encuentra a la mayoría exhausta después de cincuenta días de preparativos. Muchos permanecen en cama hasta el mediodía. Por la tarde, consumen cantidades desmesuradas de comida, usan coronas de papel y se embriagan.
Al día siguiente, se enfrentan a las consecuencias: malestar físico, tristeza por los gastos excesivos y el vacío emocional que sigue a una celebración sin significado profundo.
Sin embargo, Lewis argumenta que, en la misma isla, hay otro festival que se lleva a cabo de forma simultánea, ya que existe un grupo más pequeño que aborda esta festividad con devoción y propósito, enfrentando la presión cultural con intención deliberada.
Para este pueblo que vive en medio de los que celebran la “Nada-dad”, el día comienza con entusiasmo genuino.
Las personas se levantan antes del amanecer y, con rostros iluminados, se dirigen a templos específicos para participar en un festival sagrado, afirmando con certeza Dios efectivamente se hizo un hombre humilde y convivió con nosotros para salvarnos del sufrimiento, la angustia y la opresión.
La clave, según CS Lewis, para diferenciar esta situación entre ambos festivales estaría en la esperanza por la certeza de la encarnación, contrapuesta con la trivialización del mismo evento.
Paganismo y Apostasía
Lewis también exploró otros ángulos de la Navidad en su ensayo de 1946 titulado "Un sermón de Navidad para los paganos".
Este trabajo surgió en un contexto muy particular. En Inglaterra, tras la Segunda Guerra Mundial, algunos señalaban que la sociedad británica estaba experimentando un regreso al paganismo.
Lewis opinaba diferente. Él señala que más bien se trataba de una sociedad "post-cristiana", un término suave para hablar de apostasía.
Esta época estuvo marcada por el trauma de la guerra, la desconfianza hacia ideologías dogmáticas como el nazismo, y una pérdida generalizada de la fe. En consecuencia, esto trajo consigo una inclinación extendida socialmente hacia la irreverencia y la profanidad.
El argumento del ensayo inicia exponiendo que antes del cristianismo, las costumbres paganas ofrecían un marco de reverencia.
En aquellas comunidades rurales, a menudo consideradas "silvestres", había un respeto intrínseco por lo natural. Los bosques y las aguas se percibían como sagrados, pues para los panteístas estaban "vivos".
Incluso el trabajo diario se entendía como algo sagrado, una tarea que, si se ignoraba, podría atraer la ira de los dioses.
En un ejemplo curioso, los paganos creían que si se alimentaba a un perro mirando hacia un punto cardinal determinado podía acarrear castigos de sus dioses.
Esta visión de lo sagrado en lo cotidiano, aunque primitiva, contenía un sentido de responsabilidad que se pierde en una sociedad que todo lo vuelve trivial y que pretende quitarles la importancia a las cosas.
Con esto en cuenta, Lewis plantea que hablar con alguien que rechaza cualquier reverencia a lo verdadero para abrazar el relativismo y el subjetivismo plantea un desafío único.
Esto es, porque quien rechaza la verdad, busca justificar su maldad de manera arbitraria, adoptando posiciones utilitarias y convenencieras que hallan excusas para culpar a otros por lo que está mal o bien, en lugar de asumir su sufrimiento.
Lewis lo ilustra con una alegoría. Nunca será igual conversar acerca del matrimonio con una joven soltera que hacerlo con una mujer que acaba de firmar un divorcio.
Del mismo modo, tampoco será igual un hombre pre-cristiano que uno post-cristiano.
En este sentido, la encarnación de Cristo plantea un problema central: Cristo Jesús como la verdad encarnada en un hombre como nosotros, se convierte en Juez justo de nuestras acciones y nos plantea una moralidad objetiva.
Esta moralidad ofrece criterios claros para discernir si las ideas de una persona son verdaderas o falsas.
En contraste, los sistemas éticos humanos que carecen de esta base objetiva se fragmentan. Sin un referente moral absoluto, las decisiones se toman por conveniencia y no por la existencia de un rey de justicia que guíe.
Para los apóstatas, cada sociedad puede inventar sus propios códigos morales o ideologías según su conveniencia.
Sin un marco ético sólido, escoger entre un sistema y otro se convierte en una cuestión de preferencia personal, más que de verdad.
Cuando las ideas se manipulan de esta manera, lo natural se transforma en un recurso explotable. Los sistemas creados bajo este enfoque terminan oprimiendo a otros y perpetuando la desigualdad.
Lewis señala que los paganos al menos reconocen su enfermedad espiritual. El verdadero desafío radica en los post-cristianos, quienes están enfermos, pero no lo saben.
En contraste a estos dos, está el campamento de quienes han encontrado la cura.
Reconocer la necesidad de una cura comienza con aceptar que se está enfermo, pues solo al admitir esta condición de enfermedad se abre la posibilidad de buscar algo real que pueda ofrecer sanidad.
Finalmente, en su ensayo, Lewis señala que Cristo no niega las verdades parciales que se encuentran presentes en el paganismo. Más bien, les quita el velo para descubrirlas, confirmando que son importantes, y al mismo tiempo ofreciendo una solución a la culpabilidad, y un Camino para reconciliarnos con la realidad.
De esta forma, Cristo transforma el temor reverente que se tiene por lo divino, en una esperanza renovada basada en la confianza en Él.
Al rechazar el desafío de la verdad de Cristo, el apóstata prefiere dejarse llevar por el consumismo de la "nada".
Para C.S. Lewis, la Navidad representa el "Gran Milagro de la Encarnación".
Este momento marca el encuentro directo entre lo sobrenatural y lo natural. En su obra Mero Cristianismo, Lewis utiliza una poderosa alegoría: el Creador de una pintura decide entrar en su propia obra para asumir la naturaleza de sus criaturas.
Si lo que proclama el Cristianismo es cierto, entonces el hecho de que Dios se haya hecho nuestro hermano no solo es una verdad conmovedora, sino un fundamento esencial para la vida humana.
Este suceso no solo aporta sentido, sino también propósito a nuestras vidas.
El recibir el regalo de la encarnación de Cristo, nos permite dejar atrás las distracciones y las presiones culturales que pueden fomentar un consumismo excesivo, tensiones financieras y una dependencia hacia bienes que, en última instancia, no son esenciales.
C.S. Lewis argumenta que la encarnación de Cristo no es un simple mito, sino la clave para entender el misterio del universo. Es como encontrar la página perdida de una novela o el acorde faltante de una sinfonía; una vez hallado, todo adquiere sentido. A través de la encarnación, se nos revela la realidad última del universo y una comprensión plena de la experiencia humana.
Mi perspectiva personal es ligeramente distinta a la de CS Lewis.
Yo estoy convencido de que el evento central de la humanidad se encuentra en el día en que Cristo Jesús resucitó, ya que este evento es la evidencia tangible que confirma el milagro de la encarnación.
Pero mi problema con la postura de CS Lewis no está ahí, sino en que hay testimonios que podemos encontrar en Internet de personas que convivían con él, y que le consideraban un viejito gruñón, al menos en lo que se refería a los temas de la Navidad.
En su ensayo “Delincuentes en la Nieve” comienza diciendo:
“frente a mi casa hay, una vez por año, las voces de la iglesia local de niños que ni siquiera han intentado aprender a cantar, o memorizar las palabras de la pieza que están asesinando. Los instrumentos que tocan con convicción real son los timbres de las casas y los picaportes, y van tras el dinero.”
Cuando lleguemos a Jerusalén Celestial, ciertamente buscaré una reunión con él para conversar acerca de esto, pero mientras tanto, presto atención a sus reflexiones como punto de partida para construir hacia delante.
Y esto que pone sobre la mesa, de que vale la pena averiguar la certeza histórica de la encarnación de Cristo para comprobar que es verdad, es el mejor punto de partida que se me ocurrió para el siguiente ensayo.